Cuando uno está hundido en la miseria, su propia miseria personal, se entiende, es bonito saber que tiene un puñado de personas alrededor que lo apoyan, lo sostienen, lo animan y lo quieren de forma incondicional.
Cuando sombro en mis desgracias y no paro de culparme de los males que me acosan ejercito la compasión hacia mi persona (es lo que tiene tener amistades con psicólogos argentinos) y me paro a reflexionar acerca de lo mucho que me han ayudado diferentes personas a lo largo de la vida en momentos de apretones existenciales.
Gracias.